Conoce a Erika Álvarez, una de las pioneras, en el programa de Chicas Unidas en Bacalar, México
Erika es la mayor de 4 hermanas. Nació el 8 de Febrero del 2004 en Bacalar, México, en el estado de Quintana Roo, un pueblo mágico rodeado por comunidades llenas de vida, de naturaleza y conocido por la famosa laguna de los 7 colores. También es interesante resaltar que es un lugar en el que habitan aproximadamente más de 9,000 niñas y mujeres adolescentes llenas de ilusiones, luchas, miedos, emociones, con muchas ganas de jugar fútbol, y que del mismo modo que todos nosotros están tratando de crear una identidad propia con una voz que les permita cumplir sus sueños y anhelar por oportunidades grandes en sus vidas.
La historia de Erika tiene muchos momentos de diferentes matices e ingredientes, desde aventuras, aprendizajes, motivaciones, alegrías, obstáculos hasta desafíos únicos en cada una de sus etapas de vida. Ahora saben que es una, entre las 9,000 niñas y adolescentes que buscan una nueva oportunidad en su camino de sueños, y en este caso sus elecciones y decisiones la llevaron a explorar el mundo a través del fútbol y del deporte, sin embargo es fundamental comprender que de igual forma se encuentra en un país en el que aún existen muchas inequidades de género entorno a la niñez, juventud y desarrollo de una mujer.
Particularmente, a mi como formadora y entrenadora, siempre me ha gustado encontrar jugadoras rápidas e inteligentes, ágiles e impredecibles, entonces en el momento en el que puse un pie en Bacalar para ayudar a empoderar a niñas y mujeres a través del fútbol con Chicas Unidas, no paraba de observar en cada una de las chicas de cada categoría su habilidad, creatividad y toma de decisiones en los ejercicios. De hecho recuerdo cuando observé por primera vez a Erika en un partido, estaba muy emocionada al ver jugar a las niñas de la sub 16 en el torneo del fútbol rápido cerca del domo, así le llaman en México, a un coliseo en donde se puede practicar fútbol sala y diferentes deportes. Me acuerdo, que al prestar atención a Erika y ver su juego en partidos oficiales de los días jueves, me maravillaba y recapitulaba instantes de mi propia niñez. Acompañar a las niñas en los partidos, también era vivir momentos en donde se miraba como niños, abuelos, padres, madres, y familias enteras asistían a disfrutar los encuentros de fútbol de equipos de mujeres mientras muchas personas comían elotitos, un snack típico de México hecho de maíz que mezcla distintos sabores, que por supuesto la gente prefería el sabor picante con limón. Al mismo tiempo, me entró la curiosidad de ver a conjuntos de familias, apoyando y gritando por sus sobrinas, hijas, nietas, compañeras, amigas que nos deleitaban los ojos con sus jugadas elegantes, remates a gol con grandes destrezas y que todos los días jueves de 7 a 10 de la noche las mujeres con olor y pasión a fútbol atraían a toda la multitud del pueblo de Bacalar.
En el equipo, Erika con tan solo 16 años ya jugaba en todas las posiciones dentro del campo de juego, empezó como delantera, luego la observé de volante por fuera, otras veces de defensa y recuerdo claramente que una vez fue portera, me encantaba esa toma de decisiones desafiantes e imprevistas que sucedían en cada partido o entrenamiento y fue cuando pregunté a Romina, la fundadora, desde hace cuánto tiempo Erika entrenaba con Chicas Unidas, y me contestó: “2 años aproximadamente, la invitamos en uno de los talleres que realizamos en la secundaria en donde ella estudiaba”, entonces pensé mientras miraba hacia la cancha; “Erika es de esas jugadoras impredecibles, que con una jugada marcan una diferencia, corre rápido, tiene buena técnica, se comunica constantemente y es como una leona a la hora de quitar el balón”.
Su niñez y sus comienzos en el balompié son interesantes, porque decidió emprender e indagar en el fútbol desde que estudiaba en la primaria y luego salía a practicar algunas tardes con los niños del pueblo que se reunían en el domo. Para mi Erika es una persona que me genera inspiración, porque durante su etapa de crecimiento entre niña y adolescente cuidó de sus hermanitas, Ana Rosa ahora de 14 años, Cami de 7 años y Roxi de 8 años, a quienes inculcó e inspiró el amor por el fútbol y que en la actualidad son parte del programa de Chicas Unidas. Por otro lado, cuentan con el apoyo incondicional de su padre Jorge Álvarez, quien es la persona que las ha educado y cuidado, trabajando dobles turnos para complacerlas, mimarlas y Erika reconoce la importancia de contar con un padre que jamás les negó su libertad de elección acerca de lo que les gusta y les hace sentir felices, en este caso el fútbol.
“Hemos pasado por mucho mi familia e igual yo. A mi hermanita Camila me la dejaron a los 2 años, a Roxana a los 3 y Ana a los 9. Cuando tenia problemas, creeme, jugando fútbol me sentía mejor, se me olvida por un rato, disfrutando de la cancha, balón y compañeros. Y lo que siempre aprendía del fútbol es que no es necesario que nadie crea en ti, porque sabiendo que puedes y saliendo adelante nada importa. Con Chicas Unidas he aprendido lo que ahora sé, y lo que ahora soy.”
Es motivante destacar una frase de Erika acerca del fútbol, “Tengo una alegría que llevo adentro de mí, cuando veo una pelota en una cancha dan ganas de entrar y cumplir tus sueños, piensas que el balón es algo que alcanzarás”. Así es como se siente ella y todo lo que el fútbol significa en su vida. Sus primeros pasos en él, fueron a través de partidos durante su etapa de estudios en sexto grado, y ella nos contaba que eran retas entre las chavas de primaria contra las chicas de secundaria que siempre se acercaban a pedirles partidos. Al final ella recibía halagos y felicitaciones por parte de las chicas. Al pasar a primero de secundaria recuerda cuando le dijeron que sea parte de Chicas Unidas, al principio asistió irregularmente a los entrenamientos, porque quería probar y ver cómo se sentía, pero luego Adelina, una amiga de ella, le invitó a jugar en un equipo en un torneo, y ese fue el instante y el momento en el cual decidió comprometerse y entrenar. Nos contaba que; “no es necesario que nadie crea en ti, porque sabiendo que puedes y saliendo adelante nada importa.”
Erika abrió un camino y sembró una semilla de cambio y transformación en su familia, pero sobre todo en ella misma, por permitirse elegir jugar al fútbol, y creer en ella misma de lograrlo, trabajando en su autoestima y en su adaptabilidad a los desafíos de su camino. Es importante recalcar que existen problemáticas sociales y culturales que atraviesan las niñas y adolescentes mujeres en países Latinoamericanos e incluso más profundos en comunidades en donde aún no se velan por los derechos de las mujeres. Cuando Erika se refería a que no es necesario que nadie crea en ti, porque sabiendo que puedes y saliendo adelante nada importa, me hace pensar que simplemente es ser resilientes con lo que va sucediendo y siempre confiar en una misma a pesar de cualquier obstáculo al que puedas atravesar y con la metodología y programas que se está creando es fundamental trabajar en que niñas y mujeres encuentren su propia voz para luchar por sus sueños.